Es natural resistirse a la posibilidad de que, como individuos o aún como iglesia, pretendamos dirigir al Espíritu, pues reconocerlo nos pondría en una situación preocupante.
Ahora bien ¿cómo podemos evidenciar que estamos siendo dirigidos por el Espíritu? ¿Estamos seguros de que el Espíritu nos dirige en el día a día? ¿Conducirá a la iglesia en sus decisiones y procedimientos? O por otro lado, ¿será que pretendemos dirigir al Espíritu del Señor?
Es posible que las respuestas a estas preguntas puedan estar sujetas al concepto que tenemos del Espíritu Santo y de su manera de actuar en la vida de las personas y de la iglesia.
Espero sus comentarios para construir este diálogo...
Ahora bien ¿cómo podemos evidenciar que estamos siendo dirigidos por el Espíritu? ¿Estamos seguros de que el Espíritu nos dirige en el día a día? ¿Conducirá a la iglesia en sus decisiones y procedimientos? O por otro lado, ¿será que pretendemos dirigir al Espíritu del Señor?
Es posible que las respuestas a estas preguntas puedan estar sujetas al concepto que tenemos del Espíritu Santo y de su manera de actuar en la vida de las personas y de la iglesia.
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